El descubrimiento de los orígenes del universo.
La Crónica de Hoy – 11 de mayo 2018.
Sabemos que vivimos en un universo de miles de millones de galaxias, que cada una ellas contiene miles de millones de estrellas y que la mayoría de las estrellas poseen planetas. Por eso ahora nos hemos dado al deporte de buscar «exoplanetas», de los cuales hemos encontrado ya más de 3 mil 500, todos ellos en nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, pero muy pocos parecidos al nuestro, pero todavía ninguno como la Tierra.
Sin embargo, esta certeza sobre la inmensidad del universo apenas cumplirá 90 años, pues fue hasta la década de 1920 que se descubrieron otras galaxias. Hasta entonces se pensaba que la Vía Láctea constituía todo el universo, entre otras razones porque todas las estrellas visibles pertenecen a ella. Pero también podían observarse «nebulosas», formaciones de nubes de gases en los límites de la galaxia. Por ejemplo la «nebulosa» de Andrómeda (M31), que se encuentra en la zona de la constelación de Casiopea y que puede verse con solo unos binoculares. Con ayuda de telescopios se veían muchas otras «nebulosas» en todas las zonas de la bóveda celeste, más complejas que simples «nubes» de gas interestelar ya que contenían estrellas, por lo que se pensó que eran «fábricas» de estrellas alrededor de nuestra galaxia. Pero surgió la duda de a qué distancia se encontraban, ¿no se encontrarían en realidad fuera de la Vía Láctea y serían galaxias a parte entera?
Entonces Edwin Hubble, astrónomo de Missouri, quizás el más famoso por el inmenso descubrimiento que logró en septiembre 1923. Se encontraba trabajando en el entonces más grande telescopio óptico del mundo, el Hooker, de Monte Wilson, de 2.5 metros de diámetro (el más grande actualmente es de 10 metros). Mediante procedimientos que permiten calcular distancias interestelares, descubrió que una estrella ubicada en la nebulosa de Andrómeda se encontraba a ¡900 mil años luz de distancia! Mucho más allá de los límites de nuestra galaxia —cuyo diámetro es de 100 a 120 mil años luz. La primera nebulosa reconocida como galaxia, en 1925, fue la NGC 6822, en la constelación de Sagitario. Le siguieron la M33 en 1926, o galaxia del Triángulo y la M31, Andrómeda, en 1929. A partir de entonces reconocimos que el universo es mucho más grande y está plagado de galaxias.
A principios de la década de 1930 se creía que el universo era eterno y estático. Pero como la fuerza de gravedad debería conducir el universo al colapso, el mismo Einstein introdujo una constante cosmológica «antigravedad» «Lambda», sin ningún soporte experimental, a fin de que sus ecuaciones de la teoría general de la relatividad se ajustaran a esta suposición del universo estático.
Aparece entonces Georges Lemaître, sacerdote y físico belga quien, con base en las ecuaciones de Einstein demuestra (décadas antes que Stephen Hawking) que el universo, lejos de ser estático, ¡se encuentra en expansión! las galaxias se alejan unas de otras. Deduce que si ahora se alejan, alguna vez estuvieron juntas y publica su teoría del «átomo primigenio» o «huevo cósmico» en los Annales de la Société Scientifique de Bruxelles, que fue automáticamente ignorada por la comunidad científica. Y en la famosa Conferencia de Solvay, que reunió en 1927 a los más grandes cerebros de la época en Bruselas, busca a Einstein en el Parque Leopold, le expone su teoría pero el titán de los cosmólogos la rechaza respondiendo: «vuestros cálculos son correctos, pero vuestra física es abominable». ¡Einstein rechazaba la idea de un universo dinámico!
Pero repetidas observaciones astronómicas indicaban que las galaxias parecían alejarse unas de otras, aunque nadie sabía cómo explicarlo. Reaparece Hubble en 1928 para verificar estas observaciones. Sabiendo que los cuerpos celestes que se acercan a nosotros muestran un corrimiento al azul en su espectro luminoso visible, mientras que los que se alejan muestran un corrimiento al rojo y que la intensidad de este corrimiento es proporcional a la velocidad del alejamiento, Hubble demuestra que, en efecto, las galaxias se alejan unas de otras. Y todavía más, encuentra que las galaxias más lejanas se alejan más rápido: el universo se encuentra en expansión.
Finalmente, en 1931, durante una visita al observatorio de Hubble, Einstein reconoce que se encontraba en un error y, públicamente, suscribe la teoría del universo en expansión, elimina la constante «Lambda» de sus ecuaciones y escribe a Lemaître: «Desde que introduje este término tuve mala conciencia, pues no podía imaginar que algo tan feo ocurriera en la naturaleza». Desde entonces, la teoría del Bing-bang fue reconocida por la comunidad científica.